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Si de alguno no sabes…

 

A la memoria de Cesar, Mar, lucía, Rafa, Eliseo, Vila, Jon y  Miguel


Se fueron yendo, pero Manel no quiere que los dejemos en el camino del olvido. Ayer me dijo que estaba montando un video de los difuntos del grupo, a mí no me gusta decir difuntos.

Cuando murió Vila yo era bastante pequeño, tanto, que su accidente me provocó terror durante años y mucho sufrimiento.

Hacer equilibrismo sobre una tapia con una barra de aluminio de una antena le provocó la muerte, un coma y después la muerte.

Los cables de alta tensión nos trajeron la primera muerte. Yo quería mucho a Vila.

Lucia tenía la cara más bonita que un niño como yo jamás hubiera visto, el gesto más tierno detrás de toda la bondad que podía suponer. Me gustaba mucho la novia de Quique. No tengo consciencia del día que se fue, de cuanto sufrió, y me pesa y me llena de dolor saber que su luz se fue apagando hasta dejarnos solo su recuerdo.

Un día Mar nos trajo a Luenco, ella adoptó a aquel perro para todos nosotros. Mar siempre estaba riendo, y siempre estaba con Carmen, eran como hermanas. De niñas se debieron de encontrar y decidieron hacerse hermanas en contra de todas las leyes de los libros de familia, su fraternidad iba más allá de todas esas convenciones. Mar nunca fue una persona convencional, si hoy la pienso, iba muy adelantada a su tiempo y lo iba, con Carmen.

Rafa fue un corazón humilde, igual que todos sus hermanos. Mientras los demás no pensábamos más que en hacer picias, a mi Rafa me parecía que iba recogiendo los resquicios de todas aquellas travesuras para ponerlo todo en su sitio, Rafa era paciencia y calma.

Eliseo, que era mi vecino del primero, era bueno, pero el cabrón un día empezó a llamarme Antoño Cataña Cataña, joder, a mí me horrorizaba aquel mote que por su culpa tuve que arrastrar durante años. Me crie con él y sus hermanos pequeños, su madre me enseñó a amar la playa.

Jon jugaba al futbol como un maestro. Sé que Cesar le ayudó mucho y muchas veces a volver al camino del que un día se apartó, sé que llegó a realzar su gran corazón y que hizo mucho bien.

Apenas recuerdo a Miguel Ojeda, debía ser muy niño cuando yo me fui del barrio. Era uno de aquellos chavales pequeños de los Escudero. Hace unos días Manel me contó que murió en los Picos de Europa, que se lo llevó la montaña.

A veces toco el libro de Gerardo Diego que me regaló Cesar para sentir sus manos. A veces aprieto fuerte el libro para oír sus palabras cuando me decía que escribiera sobre la tierra, pero nunca pude. Él me enseñó a ser del mundo, igual que a todos.

Cuanto daríamos por poder volver a estar todos nosotros en uno de aquellos fuegos de campamento en Castro. Por volver a oír la alegría y la risa de Mar, por volver a ver la bondad en los ojos de Lucia, por sentir la fuerza con la que hablaba Vila, la timidez de Rafa, por molestarme con Seo por aquel mote… por ver los rostros de Jon y Miguel iluminados por la luz del fuego.

Y a Cesar inaugurando la velada.


La Vera, 04 de agosto de 2020

Antonio Misas


El libro que me regaló Cesar


 


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